lunes, abril 24, 2006


Hoy vengo de un viaje extraño, de una revolución y no estimé el riesgo de acercarme demasiado. He robado los labios a mi inocencia antigua, me he vestido de rosa y puse brillo en mis pupilas, todo porque he vuelto a sentir el alardeo de gorriones en mi vientre, después de tantos siglos inventando besos y pasiones. Mi historia entera se convirtió en eco no hace tanto tiempo, y se repetía así misma en el letargo cotidiano, llenándose de sepias y recuerdos añejos. Mas hoy fui joven, mi piel retuvo la tersura de los veinte años, volvió a recorrer por mis venas la sangre ardiente, embriagando cada poro, cada nervio, a su paso. Mis ojos enmudecieron y mi voz enceguecida solo pudo salpicar una sonrisa, arrebatándole a la vida su más ferviente significado, toda la razón tomó sitial en el más lejano de los palcos, no se atrevió a comentar la tragedia sheaksperiana que se venía gestando. Y la piel y el sudor y el vértigo fueron los protagonistas y el sabor de las ganas y el latido furioso y sus manos. No me pesa la culpa más que mis cadenas porque su voz no dijo nunca “para siempre”, más bien inventé un instante sin tiempos ni alargues exhaustos. Hoy mi piel no tiene edad y mi deseo no envejece, capturaré los gorriones para que me canten mas tarde cuando el éxtasis y el fulgor del amanecer hayan pasado y retome los viejos ritos y mis letargos cotidianos.

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