viernes, noviembre 21, 2008

El la amaba, al menos era el discurso que proclamaba mientras se cerraba la puerta a sus espaldas. Entre las cuatro paredes que conformaban su universo, ella giraba en desorden por los vértices de su destino, llamándolo por su nombre… buscándolo agazapada.

“Me ama porque me regaló un roce de sus manos a través de mi sombra”, se contaba orgullosa. “Me amó ayer, cuando lo vi venir con los ojos bajo el brazo, mucho viento en el pelo y una sonrisa guardada en la solapa”.

Nunca supo del origen de esa sonrisa y mucho menos del porque ocultaba su mirada.
Ella era frágil ante sus besos, los iba recogiendo uno a uno los desparramados por el centro de su casa, los teñía de rojo intenso y se los llevaba a los labios en un acto de redención y esperanza. Sabían a hielo y distancia, mas en sus labios, ella les devolvía el latido esquivo de antaño.

El la amaba con los sentidos guardados, la miraba de reojo cuando la ciudad callaba, hubo una vez en que le besó la frente mientras dormía, y en el silencio implacable de sus ganas, la dejó soñar anhelando que jamás descubriera la huella de su boca estampada en medio de placidez adormilada. El la amaba, con los instintos aplacados, con las vísceras dormidas y la saliva embalsamada.

Ella se dejaba amar así, enamorada. Le vestía de dulzura cada mañana, cuando él salía al mundo provisto de escudos y espadas. Un adiós que debía esperar hasta el ocaso, mientras el día aun no levantaba grandes pretensiones ni sorpresas, ni nada.

Ella llevaba el cabello vestido de mujer, se acicaló los ojos con polvo de la estrella que aún quedaba, perfumó sus labios de girasoles abiertos con mutismo de miel. Sonrió con risa de hada, mientras el pecho se le congelaba. Rebotaron ingenuas las saladas gotas en su estampa desnuda de ayeres y de mañanas.

Inusitadamente coqueta miró al vacío, se le resbaló una mirada hacia el fondo del abismo, se sorprendió empuñando sus sueños infinitos y tuvo miedo de sus paredes, de su universo y sus nostalgias.

Se recostó nuevamente sobre el lado de él en la cama, husmeó sus aromas, se derritió en el precario calor que dejaban las sábanas. Percibió la humedad en la selva esteparia de su cuerpo, socavando los territorios en sequía, fluyeron ríos caudalosos en el torrente de su sangre, descubriendo los volcanes que se hallaban silenciosos en rugidos voluptuosos, ardientes, sofocantes, que estallarían en lavas intensas derramando sigilosamente soberanía por su carne.

Esa tarde lo espero distinta, aguardó paciente el cotidiano beso lanzado al aire. Esta vez no lo recogió de la alfombra sino que se embarcó decidida hasta su boca, y su lengua de delfín, hizo todo lo demás.
Ya no husmeó en sus aromas sellados en las sedas, quería llegar hasta el manantial donde emergían, lamió su pecho como loba a su presa, bajó intrépida hasta la raíz de sus sudores, abrió su blusa ceñida y desafiante, le obsequió en la boca sus enhiestos volcanes, lo acogió entre sus muslos, antes firmes hoy deseantes, bebió gota a gota la ola palpitante que en su vientre se hizo océano, algas y corales.


“Te amo”, logro enunciar ella con la vista perdida en su vergüenza.
“Te amo”, dijo una voz de hombre, una voz desconocida, olvidada, tímida y asedada....
“te amo” dijo el hombre que la visitaba día a día sin mirarla, con una argolla en el dedo y las sienes plateadas. “Te amo”, le dijo el cautivo, con la vista perdida en su cuerpo de hembra intacta.

martes, noviembre 18, 2008

Una imagen quieta…estás?
Estoy yo acaso varada en la esquina
de los recuerdos que engreídos se pasean
derramando soberanía?

O sólo se desploma la mueca de tu falsa
e insistente cercanía
de los pedazos de verdades
que nunca alcanzaron para mentiras?

O me fundo en la discordia
de tu mano sobre la mía
intentando e intentando
traspasar la segunda línea?