Tanto tiempo cargué tu nombre en silencio
Y cada vez que te nombraba
Una estampida de mar tronaba en mi pecho
Y así, en muda ternura te imaginé riendo
Jugando en el nido invisible
Que tejí para ti al hilar cada recuerdo
Dos ojos almendras
Me llamaron con un ceño
De solemne tristeza
Cabello color arena
Esparciéndose en el viento
Revelando la inevitable certeza
Tres corazones salvándose
Del oleaje y del vértigo
Hasta encontrarse...