Sucedió una tarde,
No sabe ni quiere saber
como se inició en el camino de las lágrimas.
Sólo reconoce una frágil sacudida de sus vísceras al aire.
Ella era simple,
Acariciaba el valor de lo poco,
Y así de simple coincidía con las humildades.
Ella no tenía rumbo,
Giraba en torno a las circunstancias,
Sin antes ni despueses,
Sólo existía en instantes que se suceden y desaparecen
Como tragados por el cosmos.
Llevaba impresa las incertidumbres,
Los antagonismos y las vulnerabilidades.
Ella sabia del amor,
Reconocía el palpitante destello de una mirada,
Sabía describir la perentoria armonía que se crea
Cuando gimen las entrañas.
Ella conocía el desamor,
Había traspasado los límites de la locura ante la distancia,
Sabía describir la perfecta trilogía de una lágrima
Y todo el arcoiris de dolores
Que engendran los adioses.
Tenía pieles transparentes,
Por lo que se veía todo aquello que guardaba,
Mas tampoco quiso nunca vestirse,
Toda indumentaria ajena a su propio cuerpo le incomodaba.
Ella visitaba el universo…
Paseaba galopante al arrimo de las galaxias…
Nunca estaba lo suficientemente cerca,
Ni para asirla de la cintura, ni para abrazarla.
Porque existió esa tarde,
Había señalado en su calendario sensorial ese día primero…
No podía ya guarecerse de él.
Ni las estrellas ni los soles podrían cobijarla…
Permanecía en su memoria,
Como reliquia enmarcada.
Porque existió esa tarde,
Ella partió rumbo al mar una noche,
La primera noche del iniciante ciclo que la amenazaba…
Quería disfrazarse de Alfonsina
Y regalarle un nuevo sitio a su alma.
No sabe ni quiere saber
como se inició en el camino de las lágrimas.
Sólo reconoce una frágil sacudida de sus vísceras al aire.
Ella era simple,
Acariciaba el valor de lo poco,
Y así de simple coincidía con las humildades.
Ella no tenía rumbo,
Giraba en torno a las circunstancias,
Sin antes ni despueses,
Sólo existía en instantes que se suceden y desaparecen
Como tragados por el cosmos.
Llevaba impresa las incertidumbres,
Los antagonismos y las vulnerabilidades.
Ella sabia del amor,
Reconocía el palpitante destello de una mirada,
Sabía describir la perentoria armonía que se crea
Cuando gimen las entrañas.
Ella conocía el desamor,
Había traspasado los límites de la locura ante la distancia,
Sabía describir la perfecta trilogía de una lágrima
Y todo el arcoiris de dolores
Que engendran los adioses.
Tenía pieles transparentes,
Por lo que se veía todo aquello que guardaba,
Mas tampoco quiso nunca vestirse,
Toda indumentaria ajena a su propio cuerpo le incomodaba.
Ella visitaba el universo…
Paseaba galopante al arrimo de las galaxias…
Nunca estaba lo suficientemente cerca,
Ni para asirla de la cintura, ni para abrazarla.
Porque existió esa tarde,
Había señalado en su calendario sensorial ese día primero…
No podía ya guarecerse de él.
Ni las estrellas ni los soles podrían cobijarla…
Permanecía en su memoria,
Como reliquia enmarcada.
Porque existió esa tarde,
Ella partió rumbo al mar una noche,
La primera noche del iniciante ciclo que la amenazaba…
Quería disfrazarse de Alfonsina
Y regalarle un nuevo sitio a su alma.
1 comentario:
Ahora te entiendo, y me emociono de alegría saber que partes a la felicidad una vez que cierres el círculo.
Yo te seguiré con mi pensamiento...hasta darte mi abrazo el día 2 o 3.
Publicar un comentario