Sobre la palma del finito sendero,
a media vida de lo que parte y lo que queda
he decidido conservar del pasado y del recuerdo
los dominios de mi atemporal esencia
que decoran orgullosos el espejo.
Guardo, vanidosa, mis ojos tibios
para repartirlos por el mundo
ya sin reservas ni acertijos,
dos ojos que vean
sin temor a ser vistos.
Atrapo, celosa, mis labios previos
aquellos que humectaron mi inocencia
los que mordieron la sal de lo que no dijeron
los labios condenados y absueltos,
aquellos, que no mintieron.
Me dejo una piel con sabor a instinto
de tacto emergente y fibras abiertas
ajena a la corrosión de la carencia y el frío
promesa de temblores, ritos y ofrendas,
una piel tatuada por sudores primitivos.
En pleno inventario
de lo que cargo
y lo que dejo
retengo intacto
el deseo sin tiempo,
deseo que se entibia en mis ojos develados,
húmedo en los labios que consagran mi beso
rociando mi piel, seguro y temblando.
Un deseo
maduro
lozano
y perfecto.
martes, noviembre 24, 2009
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5 comentarios:
Parece un poema del Siglo de Oro Español.
Muy bonito.
Besos.
Si confiesas con tu boca que Jesucristo es tu Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salv@.
Romanos 10.
Pero sólo uno.
Ves que no estoy,
no sincronía
cuando vienes?
Cassandra es un nombre heromoso, pero a la vez terrible: ella presagia mundos que nadie cree, hasta que se cumplen. Ese es bien y su mal. Espero que tus palabras rompan con esa legendaría maldición.
Yo acabo de abrir un blog, justamente hoy, que será un diario personal apócrifo. Me encantaría lo visitaras.
http://diarioeduardoguerra.blogspot.com/
Gracias!
Eduardo Guerra
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