S�lo mientras tanto
Acerca de la felicidad?, de eso escriben ahora los científicos?, que inusitado para ese cerebro ajeno a las experiencias más trascendentales de la existencia. No creo posible saber de la felicidad desde ese paradigma, no lo creo posible tan sólo por la básica premisa de que la felicidad no es cuantificable ni aún menos replicable.
Tal vez podríamos conocerla a través de esos parafraseos metabólicos acerca de la cantidad de endorfina y adrenalina que llegan a circular por nuestros fluidos en determinado momento, incluso a través de la teoría conductista que nos indica la posibilidad de aprender y “entrenarnos” para ser “felices”, así como inesperadamente nos vamos entrenando para ser infelices según la “desesperanza aprendida” la tan bullada teoría de Seligman. Pero la “felicidad” como estado, como instante, es posible de medir?. Que hace que una mañana de domingo a una hora de levantarte percibas en el cuerpo una profunda e inespecifica sensación de ….¿felicidad?, es acaso lo mismo que sientes cuando alguien te ofrece su compañía una tarde de soledad?…..o se parece en algo al vértigo impulsivo y frágil de cuando haces el amor?...Sólo nos falta entonces lo básico para comenzar una teoría, operacionalizar el concepto. ¿qué es la felicidad?, es acaso la euforia, el éxtasis, el placer, la plenitud del éxito, la ausencia de frustraciones, la risa, la sonrisa, la piel que se eriza, la descarga masiva de adrenalina, el brote generoso de ideas, la ausencia de dolor, la ausencia de incertidumbres, la tan requerida sensación de nuestra cultura?...o es acaso la calma, la quietud, la contemplación, el cuerpo en pausa, la mente en blanco, la indescriptible sensación de “paz”, la plenitud de “tenerme” y no de “tener”, el “nirvana”, la tan requerida sensación de los budistas y otros?...Yo al menos aún no lo sé, y afortunadamente no necesito saberlo.
¿Podemos ser felices?, efectivamente no parece un paper científico, y no pretendo por lo tanto reflexionar más acerca de aquello. Filosofía pura? Tampoco quiero darle mas vueltas al catastrófico Kierkegard, ni a Nietzsche ni a Sartre. Ni siquiera a las tormentosas sonatas de amor irresoluto de Gustavo Adolfo. Para saber de dolor me bastan los noticiarios del crepúsculo. Creo que no es posible conocer más del sufrimiento que con el rostro entumecido y pálido de un niño bajo la sombra de su madre muerta. No hay teoría alguna que pueda explicar lo que hace que el rostro logre exteriorizar lo que sucede en ese instante en los neurotransmisores.
De la felicidad? También se sabe a juzgar por una simple mirada.
Si estamos condenados o no biológicamente a ser incapaces de “sentirse muy bien”, (como a falta de operacionalización aún, llamaré a esto) hay mucha gente que estará interesada de pasar sus días en resolver el “problema”, como tanto gusta llamar a esas pequeñas grandes cosas que resultan difíciles de alcanzar. Lo que es yo, estaré esperando la llegada de la conclusión final viviendo. Aún no se si los instantes que me esperan los catalogaré como “felices” o “infelices” sólo lo sabré después, cuando sienta el sabor que dejaron en mi garganta. Mientras tanto, sólo mientras tanto, me regocijaré cuando me acaricien, cuando piense en todas las puestas de sol que he visto mientras veo una puesta de sol, cuando me escriba mi hermano desde tan lejos, cuando sienta a mi padre cerca aún, cuando mis pacientes me digan “gracias”, cuando vaya al baño con un buen libro y tantas otras cosas más. Y lloraré…claro que lloraré…ojalá que llore, cuando a mi hija le duela el alma, cuando pierda lo que no quiero perder, cuando las cosas resulten para el otro lado, cuando no tenga ya nada que decir.
Por eso, que bueno que saquen hartas terapias para la pena. Mientras tanto, solo mientras tanto, estaré viviendo.
jueves, febrero 02, 2006
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