miércoles, marzo 04, 2009


Ella escribía con el alma embalsamada,
Escribía versos extraídos
De su estampa llenita de magia.
Venía del ocaso suspirando sobre los lirios
Y deshojando las espigas entre sus manos mutiladas.
No callaba nunca,
Su garganta explotaba en el silencio,
No podía callar sin morder su soledad.

Entonces, soñaba
Con un náufrago desolado, en una playa con dos lunas
– vigilantes y exhaustas-
El que arrebataba su corazón con un hambre carnívora
Y unos labios ensanchados por el sabor
De su sangre enamorada…

Entonces, despertaba
Inmersa en la grieta de su vida,
Allí donde convergen los abismos,
Calladitos, estáticos, sin temblores ni amenazas.
Vivía sin grandes pretensiones,
Aguardando la quietud de la mañana,
Los colores susurrantes del atardecer
Y la noche cabizbaja.
Reía fuerte…para ocultar las ruinas de su alegría,
Para amontonar las cicatrices bajo el brazo
y zurcir los colgajos de su herida.
Lloraba despacito,
Tras la puerta, sobre su pecho, bajo la almohada,
Con el alma desparramada.
Nadie le vio nunca una lágrima en su mejilla,
Ni la brillante transparencia de sus pupilas aguadas.
Aunque así hubiera sido,
Ella sabía reír tan bien,
Se había hecho experta en la seducción de una sonrisa
Conocía los sortilegios y las mentiras
Sabía desprenderse del dolor y burlar la mortaja.

Entonces, de pronto sorprendida
Se detuvo fascinada ante un susurro que la llamó
Del otro lado de la vida.
El aliento dulce de una voz oculta, se apoyó en su mirada,
Le abrió los labios con cautela
Y le extrajo de un suspiro las mil verdades bien guardadas.
No valieron sus argumentos más que esa lágrima
Que salpicaba las palabras,
No valieron sus “no debo” más que ese fuego
Que se desataba en sus entrañas.
No pudo asirse de sus miedos,
No pudo arrancar desesperada, no pudo,
(No quiso, cuenta avergonzada).

Ahora, yace bajo la sombra de su secreto
Se recuesta sobre su sangre que de ardiente
Se evapora.
Asombrada contempla desde lejos
A este hombre de miel
Que cada madrugada
Se tiende en su piel.
Ella se viste con los más húmedos labios
Al amanecer
Y lo besa lentamente.

No puede amarlo sin perderlo,
Entonces lo mira mientras tanto
A tientas en la distancia
Roza su presencia momentánea
Lo abraza, contenida
Lo acaricia, incendiada
Y le escribe escondida
De la noche,
De su ausencia,
En su jaula.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Me alegro por ella.
Creo que debe sentirse mucho mejor.
Como iluminada.

Besos.

Condevolney dijo...

Este parloteo constante de la mente revienta en los sueños y no dejan nada para la cena. Un poema mayúsculo con “Entonces” entonando sueños a capela y despertares anidados en “No puedo´s” errantes, pero siempre versos bañados de la luz reservada a la diosa que los ha parido.

“algunos hombres saben que un ligero toque con la lengua, que recorra a la mujer desde los tobillos a los oídos, prolongándolo de la forma más suave posible en varios lugares en medio del recorrido, realizado con frecuencia y con sincera dedicación, contribuiría inconmensurablemente a lograr la paz en el mundo” (M.W.).

Yo no quiero más guerra, basta de tristezas y añoranzas, quiero ver la luz que ilumina tu mirada, quiero cegarme con la luz Sandriana.

Un beso extraído de tus dos vigilantes y exhaustas lunas.