Déjame las calles de adoquines polvorientos
Los faroles a medio terminar, una luna y una plaza
Me quedaré con esa ventana semiabierta donde
Transita el humo sigiloso del incienso acaramelado
Que llenaba las noches que siempre se iban tan rápido
Y que parecían no volver nunca hasta tu puerta.
Déjame las llaves del invierno,
para abrirlo cuando ya estés lejos y un par de gotas de lluvia
para calmar esas tardes que no vinieron.
Todo por culpa de mi ruta zigzageante que te traía cerca
Tan cerca que podía acurrucar mis latidos y luego partía
dejándote solo, sin mis respuestas.
Te dejo un instante, el de la noche eterna…
Esa que se quedó para alumbrarnos
Te dejo un puñado de besos con nombre y verso
que tal vez sirvan para no olvidarnos.
martes, mayo 27, 2008
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