lunes, junio 02, 2008

Arreboles cenicientos se pasean boca abajo en el viento
Ocultando las estrellas incandescentes de aquella madrugada
Es posible amar la vida cuando emana dulce y atorada
en el rocío intempestivo de su aliento.

Una boca en llamas incendia las raíces de mi cuerpo
tentando la naturaleza indemne de mis instintos despojados
Un lecho espumosamente albo sostiene mis actos
Que indecisos simulan jugar al desapego.

La carne librada de su disfraz ya no oculta ni previene
La irrupción cadenciosa de la mujer que asalta de improviso
Los latidos guardados, los gemidos furtivos
El resplandor impredecible de esos ojos en selva verde.

Lo cierto es que soñé mil veces con esos labios
Y esta piel que no olvida, huye y se detiene
Se guarda de esos ojos pues requiere
dejar el curso libre de sus pasos.

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