lunes, enero 19, 2009
Tras la ruta de Arcadia
Un temible estallido hacia dentro
remece el trino endulzado de esta noche
la ingravidez me asalta,
me asusto, tomo el puñal en secreto
y me alejo del sonido irritante de las voces uniformes.
Buscando las marcas que guìan este destierro
doblego la redención de mi sonrisa
Y en la sedosidad y el callejón de este vuelo abierto
el horizonte llega hasta las secas espigas
que se incrustan en mi pecho
sin dolor ni miedo.
La mirada planeando sobre riscos y acantilados
sobre el vasto sendero que invita a mi silencio
a sepultar los ritos de mi historia tantas veces contada
recitada, susurrada
a un oído indiferente y pendenciero.
Se me obsequia la visión de mi vida transitando distraída
me asombro de los cuadros que aparecen y se esfuman
como fotografías de precisos instantes escogidos sin azar
y mi rostro reflejando los latidos de aquella travesía.
Me vi llorando más de lo que mis lágrimas podían llorar
y dejar secarse los ríos que bajaban
decantando en el sudario de mi alma a punto de estallar.
Me vi riendo caudales de sonrisas floridas
fecundando alegrías alimentadas
por el grácil aleteo de mis ojos golondrinas.
Me vi amando con fuerza calibrada
con la sangre ebullendo, espesa y prohibida
para los ojos ajenos y las miradas atrofiadas.
Los años no fueron ciclos ni mis edades la ruta exacta
los vestidos de colores ya han ajado su inocencia
atónitos resbalan por la piel de esta mujer descalza
el anverso de la niña con ojos de sentencia.
Sonrío a los cuarenta estados en que se ha acomodado mi silueta
las cuarenta estaciones de verano
en las que he jugado a ser luna llena.
hoy me repito, me parafraseo
en incesante eco nostálgico
secuela de los antiguos sinos ya olvidados.
Sobrevivo a los andrógenos deseos
sacralizando la curvatura de mi cuerpo,
a veces también he tallado los contornos de mis senos
sobre el arenal y bajo el viento.
Y esa dulce blasfemia que antecede
aquellos rituales viejos
crea ardores indecentes decididos a someterse
a la sincronía perfecta de ese aliento entre mi pelo.
Hoy escribo inspirada en una historia
en los cuarenta años que se abultan en mi regazo
en el mitológico lienzo de mi obra
y en la prodigiosa fertilidad de mis manos.
Hoy deletreo los olvidos que he memorizado
y juego con el infinito crepúsculo de mi ventana
afino el oído a los versos, al trueno y a los pasos
en la incesante y asombrosa, búsqueda de Arcadia.
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