Aquello que tiembla entre tus dedos
Equilibrándose entre la herida
Y los motivos
Aquello que se expande victorioso
Pregonando delirios conquistados
Y se esconde sonrojado
Al mecerse ante tus ojos
Este frágil acertijo
Que derrama su secreto sobre el tuyo
Aceptando verse develado
Te pide,
Que cuides su latido.
(Porque sólo tengo uno…
El que tienes en tus manos.)
martes, septiembre 28, 2010
domingo, septiembre 26, 2010
Sólo un sueño
“Todos somos un milagro.
Los humanos vivimos cada dia sabiendo que, todo lo que poseemos y todos a quienes amamos, en cualquier momento nos puede ser arrebatado… y aún así seguimos adelante. ”
Revolutionary Road (2008)
Los humanos vivimos cada dia sabiendo que, todo lo que poseemos y todos a quienes amamos, en cualquier momento nos puede ser arrebatado… y aún así seguimos adelante. ”
Revolutionary Road (2008)
lunes, septiembre 20, 2010
Sintonía
Callas,
Pienso.
Volteas,
Me abstengo.
Evalúas,
Presiento.
Te elevas,
Desciendo.
Huyes,
Te espero.
Olvidas
Me miento.
Asumes,
Libero.
Convocas,
Acepto.
Deseas,
Deseo.
Pienso.
Volteas,
Me abstengo.
Evalúas,
Presiento.
Te elevas,
Desciendo.
Huyes,
Te espero.
Olvidas
Me miento.
Asumes,
Libero.
Convocas,
Acepto.
Deseas,
Deseo.
miércoles, septiembre 15, 2010
Rebeldía
Hoy, en paciente rebeldía
al destino asignado
me presento polimorfa
mujer
arcilla
cántaro y caudal
grieta
semilla.
Mujer que se nombra
y se recicla
en sólo tres
designios
obstinados:
Sorprender
en pleno fracaso
la puntualidad de la muerte
Someter,
entre mis brazos
la impaciencia de la vida
Y extender,
y extender
el lapsus,
entre el primer verso
y el último orgasmo.
al destino asignado
me presento polimorfa
mujer
arcilla
cántaro y caudal
grieta
semilla.
Mujer que se nombra
y se recicla
en sólo tres
designios
obstinados:
Sorprender
en pleno fracaso
la puntualidad de la muerte
Someter,
entre mis brazos
la impaciencia de la vida
Y extender,
y extender
el lapsus,
entre el primer verso
y el último orgasmo.
martes, septiembre 14, 2010
Ayúdame a traducir la vida?
Requiero comprender la voluntad de los opuestos
sin la fútil obstinación por negar
su elocuente soberanía,
o el encarnizado anhelo
que intenta doblegar
su perfecta simetría.
Preciso interpretar la bondad del universo
la generosa herencia de un microcosmos
la expansiva sensualidad de la luna
que aún permite versar los sueños.
Quiero comprender la insondable omnipotencia
que albergan los abismos,
el imán vertiginoso adherido a su peligro
el deseo que evoca el temor a la caída.
Y el mártir goce que provoca
lamerse las heridas.
Saber por qué un solo órgano en el pecho
decide el cuándo y el cómo
gobernando el pulso
del destino ingenuo.
sin la fútil obstinación por negar
su elocuente soberanía,
o el encarnizado anhelo
que intenta doblegar
su perfecta simetría.
Preciso interpretar la bondad del universo
la generosa herencia de un microcosmos
la expansiva sensualidad de la luna
que aún permite versar los sueños.
Quiero comprender la insondable omnipotencia
que albergan los abismos,
el imán vertiginoso adherido a su peligro
el deseo que evoca el temor a la caída.
Y el mártir goce que provoca
lamerse las heridas.
Saber por qué un solo órgano en el pecho
decide el cuándo y el cómo
gobernando el pulso
del destino ingenuo.
lunes, septiembre 13, 2010
Cassandra (Gabriela Mistral)
A las puertas estoy de mis señores
blanca de polvo y roja de jornadas,
yo, Casandra de Ilión a la que amaron
en su patria los cerros y los ríos,
la higuera oscura y el sauce pálido,
el cordero del mes y el cabritillo,
el huérfano y también lo inanimado.
También la hora y el día me amaron,
menos el día yerto del exilio.
Al primer carro de los vencedores
subí temblando de amor y destino
en brazos del que amé contra mí misma
y contra Ilión, la que hizo mis sentidos,
y cuando ya mis pies no la tocaron
mi Patria enderezada dio un vagido
como de madre o hembra despojada:
voz de ciervo o leoncillo
ternerillo o viento herido.
Miré el tendal oscuro de mi raza
y tales rostros no me vi en los bárbaros.
Todo me amaba dentro de mi casta
y sobre el rostro de Ilión todo fue mío:
dátil de oro y semblantes de oro,
las islas avisadas, los riachuelos.
Pero yo, para ser hembra eterna
no amé el amor y he amado al enemigo.
El vencedor cuyo rostro da frío
en su carro me trajo y en su pecho,
y he cruzado arenales y bajíos,
y las aldeas arremolinadas
al eco de mi nombre ya maldito,
y yo no las he visto ni escuchado
de traer en mi bien los ojos fijos
y he de venir recitando mi muerte
como un refrán desde niña sabido.
Escucho tras de las puertas de bronce
los pasos de la hembra que se acerca
y que me odia antes de haberme visto.
Tampoco en la Tebas le valen puertas
de bronce a la mujer apercibida
para no oír la hora que camina
sin sesgo hacia Casandra y Clitemnestra.
Yo soy aquella a quien dejara Apolo
en pago de su amor los ojos lúcidos
para ver en el día y en la noche
y ver lo mismo arribar su ventura
que su condenación. Así Él lo quiso.
Todo lo supe y vine a mi destino
sabiendo día y hora de mi muerte.
Vine siguiendo a mi enemigo y dueño,
rehén y amante, suya extranjera,
sabiendo de su muerte y de mi muerte
y de la eternidad de ambos hechos.
A las puertas estoy oyendo el paso
de la hembra que me odia antes de verme
escuchando los pasos presurosos
de la que ya apuró su vaso rojo
y viene en busca del segundo sorbo.
¡Voy, voy ! Ya sé mi rumbo por la sangre
de Agamenón que en su coral me llama.
Tampoco la mujer apercibida
que está golpeando a las puertas extranjeras
dejó de oír la hora que venía y venía
recta hacia ella y Clitemnestra.
Todo lo supe y vine a mi destino
recta hacia el sitio de mi acabamiento.
Sin llanto navegué por mar de llanto.
Yo vine, aunque bien sabía
y bajé de mi carro de cautiva
si rehúsa, entendiendo y consintiendo.
No vale ¡ guay ! el bronce de la puerta
para que yo no vea a la que viene
por camino de mirtos a buscarme
ebria de odio y recta de destino.
La mujer sanguinosa me destestaba
pero es la sangre de él la que me ciñe
y el hilo del coral quien lleva
consigo a aquella que es rehén y amada
y las puertas se cierran sobre aquella
que de veinte años lo tuvo sin amarlo
y a quien yo amé y seguí por mar, islas, penínsulas
y aspirando en el viento del ábrego
la bocanada de la patria suya.
Vi Atenas antes de tocar su polvo
y veo la chacala de ojos bizcos,
le veo la señal apresurada
y el botín de mi cuerpo en sangre tinto.
Ya abre las puertas para recibirnos
según recibe el cántaro reseco
el chorro de su sidra o de su vino,
con tu cuerpo gastado cual las rutas
deseada fui como la azul cascada
que ataranta los ojos del sediento.
Ya estamos ya, los dos, ricos de púrpura
y de pasión, ganados y perdidos,
todo entendiendo y todo agradeciendo
al Hado que sabe y me salva.
Ya me tumban tus sanguinarios siervos
y ya me levantan en faisán cazado
pero el alto faisán de tu deseo
después de su rapiña y de su hartazgo
te dejará en las manos de sus siervos
y volarás conmigo los espacios
ricos de éter y de constelaciones.
Antes del alba habré recuperado
yo al Agamenón, al rey de hombres
en él voy de vuelo, ya voy de vuelo.
Poema extraído del diario “El Mercurio”, Santiago, Chile, N 62.927, pp. E1, E2 y E3, Domingo 22 de julio, 2007
blanca de polvo y roja de jornadas,
yo, Casandra de Ilión a la que amaron
en su patria los cerros y los ríos,
la higuera oscura y el sauce pálido,
el cordero del mes y el cabritillo,
el huérfano y también lo inanimado.
También la hora y el día me amaron,
menos el día yerto del exilio.
Al primer carro de los vencedores
subí temblando de amor y destino
en brazos del que amé contra mí misma
y contra Ilión, la que hizo mis sentidos,
y cuando ya mis pies no la tocaron
mi Patria enderezada dio un vagido
como de madre o hembra despojada:
voz de ciervo o leoncillo
ternerillo o viento herido.
Miré el tendal oscuro de mi raza
y tales rostros no me vi en los bárbaros.
Todo me amaba dentro de mi casta
y sobre el rostro de Ilión todo fue mío:
dátil de oro y semblantes de oro,
las islas avisadas, los riachuelos.
Pero yo, para ser hembra eterna
no amé el amor y he amado al enemigo.
El vencedor cuyo rostro da frío
en su carro me trajo y en su pecho,
y he cruzado arenales y bajíos,
y las aldeas arremolinadas
al eco de mi nombre ya maldito,
y yo no las he visto ni escuchado
de traer en mi bien los ojos fijos
y he de venir recitando mi muerte
como un refrán desde niña sabido.
Escucho tras de las puertas de bronce
los pasos de la hembra que se acerca
y que me odia antes de haberme visto.
Tampoco en la Tebas le valen puertas
de bronce a la mujer apercibida
para no oír la hora que camina
sin sesgo hacia Casandra y Clitemnestra.
Yo soy aquella a quien dejara Apolo
en pago de su amor los ojos lúcidos
para ver en el día y en la noche
y ver lo mismo arribar su ventura
que su condenación. Así Él lo quiso.
Todo lo supe y vine a mi destino
sabiendo día y hora de mi muerte.
Vine siguiendo a mi enemigo y dueño,
rehén y amante, suya extranjera,
sabiendo de su muerte y de mi muerte
y de la eternidad de ambos hechos.
A las puertas estoy oyendo el paso
de la hembra que me odia antes de verme
escuchando los pasos presurosos
de la que ya apuró su vaso rojo
y viene en busca del segundo sorbo.
¡Voy, voy ! Ya sé mi rumbo por la sangre
de Agamenón que en su coral me llama.
Tampoco la mujer apercibida
que está golpeando a las puertas extranjeras
dejó de oír la hora que venía y venía
recta hacia ella y Clitemnestra.
Todo lo supe y vine a mi destino
recta hacia el sitio de mi acabamiento.
Sin llanto navegué por mar de llanto.
Yo vine, aunque bien sabía
y bajé de mi carro de cautiva
si rehúsa, entendiendo y consintiendo.
No vale ¡ guay ! el bronce de la puerta
para que yo no vea a la que viene
por camino de mirtos a buscarme
ebria de odio y recta de destino.
La mujer sanguinosa me destestaba
pero es la sangre de él la que me ciñe
y el hilo del coral quien lleva
consigo a aquella que es rehén y amada
y las puertas se cierran sobre aquella
que de veinte años lo tuvo sin amarlo
y a quien yo amé y seguí por mar, islas, penínsulas
y aspirando en el viento del ábrego
la bocanada de la patria suya.
Vi Atenas antes de tocar su polvo
y veo la chacala de ojos bizcos,
le veo la señal apresurada
y el botín de mi cuerpo en sangre tinto.
Ya abre las puertas para recibirnos
según recibe el cántaro reseco
el chorro de su sidra o de su vino,
con tu cuerpo gastado cual las rutas
deseada fui como la azul cascada
que ataranta los ojos del sediento.
Ya estamos ya, los dos, ricos de púrpura
y de pasión, ganados y perdidos,
todo entendiendo y todo agradeciendo
al Hado que sabe y me salva.
Ya me tumban tus sanguinarios siervos
y ya me levantan en faisán cazado
pero el alto faisán de tu deseo
después de su rapiña y de su hartazgo
te dejará en las manos de sus siervos
y volarás conmigo los espacios
ricos de éter y de constelaciones.
Antes del alba habré recuperado
yo al Agamenón, al rey de hombres
en él voy de vuelo, ya voy de vuelo.
Poema extraído del diario “El Mercurio”, Santiago, Chile, N 62.927, pp. E1, E2 y E3, Domingo 22 de julio, 2007
sábado, septiembre 11, 2010
Intento
Desde hoy, intentaré trazar un rumbo nuevo
Donde los miedos no me miren con ojos caníbales
Donde la soledad ya no sea un pliegue de mi cuerpo
Y los estigmas no se sequen en mi frente.
He esperado este día con ansias de novia herida
Rasguñando los atuendos, rasgando vestiduras,
Absteniéndome del olvido, olvidaba mi vida
Y olvidaba contemplarme así, desnuda.
Donde los miedos no me miren con ojos caníbales
Donde la soledad ya no sea un pliegue de mi cuerpo
Y los estigmas no se sequen en mi frente.
He esperado este día con ansias de novia herida
Rasguñando los atuendos, rasgando vestiduras,
Absteniéndome del olvido, olvidaba mi vida
Y olvidaba contemplarme así, desnuda.
viernes, septiembre 10, 2010
Si pudiera...
Si amortajara el deseo
y mutilara mis manos,
si aceptara que las caricias proscriben
casi al mismo tiempo
que la humedad de los labios.
Si pudiera embalsamar
los caudales de mis venas
y sofocar el pulso
o maniatar el tacto.
Y la quieta y segura inercia
dominara
la instintiva concesión de mis piernas
Tal vez reposarían los delirios
obstruidos,
atascados,
en el alud de cenizas
que quedaron
de tanto incinerar
la carne adherida
a mi existencia.
y mutilara mis manos,
si aceptara que las caricias proscriben
casi al mismo tiempo
que la humedad de los labios.
Si pudiera embalsamar
los caudales de mis venas
y sofocar el pulso
o maniatar el tacto.
Y la quieta y segura inercia
dominara
la instintiva concesión de mis piernas
Tal vez reposarían los delirios
obstruidos,
atascados,
en el alud de cenizas
que quedaron
de tanto incinerar
la carne adherida
a mi existencia.
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